11 nov 2014

Lo que los niños nos enseñan

Acabo de terminar una de las dos sesiones semanales que tengo desde hace casi un año con R.
Me preocupa... Reviso los objetivos... Busco nuevas fórmulas de trabajo... Me desespero un poco... Consulto con mi sabia compañera...

Y me recuerda que me quite mi "máscara de mayor" (adulta) y lo mire a los ojos... Y me vuelvo a dar cuenta de que:

ALUCINO CON R.!!!


R. es un niño con grandes dificultades... con dificultades neurológicas, que derivan en problemas de todo tipo, entre ellas de tipo educativo, que es sobre las que trabajo con él...

Y sin embargo... cuando consigo ver más allá de esa etiqueta... cómo describirlo? es especial, es diferente, es maravilloso... es UN NIÑO!!! Y claro que aprende y mejora con el paso del tiempo!!!

Nosotros, los "mayores", muchas veces no somos capaces de darnos cuenta de eso... Miramos hacia adelante todo el rato, miramos hacia la meta que deseamos que ellos alcancen:
aprender a caminar con soltura,
hablar de forma adecuada,
leer con fluidez,
sumar más rápido,
defenderse en la vida
...

Y se nos olvida disfrutar de lo que son AHORA: NIÑOS y NIÑAS... personitas con una capacidad enorme e irrepetible de aprendizaje y que, si somos capaces de marcarles esas metas de forma adecuada, avanzan constantemente hacia ella, a su ritmo, pero avanzan...
Pero sobre todo, y si estamos abiertos a ello... personitas que pueden ENSEÑARNOS un montón de cosas!!

Pero... ¿enseñarnos a qué?

A atreverse a hacer cosas nuevas, a ser curioso.



Estamos constantemente pidiéndole a los niños que aprendan cosas y que prueben y prueben, desde los primeros pasos y los primeros sonidos, hasta las sumas con llevadas, la lectura o las raíces cuadradas...

Sin embargo, ¿nos atrevemos nosotros? ¿realmente sentimos curiosidad por cosas nuevas? ¿estamos dispuestos a equivocarnos y a salirnos de nuestra zona de confort?

A darle importancia a las pequeñas cosas.


Mirar una piedra, descubrir qué pasa cuando algo se cae al suelo, aprender a hacer una multiplicación sin ningún error, ver un arco-iris, aprender un juego nuevo... todo eso es nuevo para ellos... el mundo es apasionante!!!

Nosotros que ya hemos vivido más experiencias, necesitamos irnos muy muy lejos para descubrir cosas nuevas y disfrutarlas (de ahí la "cara de turista"). Pero, ¿y si no podemos hacerlo con frecuencia?, ¿y si no podemos irnos lejos más que una vez cada dos o tres años (algunos afortunados una vez)?

¿Qué hacemos con esas ganas de aprender y comernos el mundo que aún siguen dentro de nosotros?


Pues volvemos a la misma respuesta: aprende de los niños... recuerda qué es lo realmente importante en la vida y lo que la adereza de retos, distracciones, pasiones, etc.


A no tener prejuicios sobre sí mismo o sobre los demás.


Ser cuadriculado con "lo que es" y "lo que no es"... o "lo que puede ser" o "lo que no puede ser"... y lo que no puede ser, se rechaza y a otra cosa.

Necesitamos comprender el mundo, es enorme y con muchas cosas diferentes y nuestro cerebro aprende a "resumirlo" y va colocando los estímulos en diferentes "cajones". Así, cuando aparece en nuestra vida algo nuevo, lo que hacemos es meterlo en uno de esos compartimentos lo más rápido que podemos, para no "estresarnos" demasiado...
Esto es práctico pero muchas veces nos limita enormemente para conocernos a nosotros mismos o a los demás...

Los niños tienen menos experiencias, por lo que, o bien no han creado sus "cajones" (que normalmente tienden a parecerse a los de sus padres) o bien son más lentos a la hora de clasificar el mundo. Y esto justamente es lo que les permite ser mucho más abiertos y (aunque no lo parezca) analíticos y reflexivos con la realidad. Ante algo nuevo, lo miran, lo remiran, lo analizan y lo sienten, le dan un significado y un valor y entonces, solo entonces, lo clasifican... Si les gusta, siguen adelante con lo nuevo... Si no les gusta, lo apartan...

Imagina si "ese algo nuevo" es:
  • una persona que acaban de conocer (por ejemplo, su nueva profe, un vecino, su médico, un compañero de yudo)
  • o una nueva capacidad que acaban de descubrir que tienen (saltar muy alto, escribir con boli, cantar, ser simpático o amable)
  • o una capcidad que no tienen (sumar, leer rápido o comportarse "bien" mientras papi compra)...
¿Qué se supone que hacemos con lo que no nos gusta cuanto más mayores nos hacemos? Según lo anterior, la respuesta sería: apartarlo o rechazarlo... y casi siempre eso es lo que hacemos "los mayores", sobre todo cuando darnos cuenta de que algo no nos gusta en nosotros mismos implica un cambio...

Estoy hablando de ser un poco más abiertos ante lo nuevo o lo diferente, ya sea algo que viene de fuera o que viene de nosotros mismos...

Aceptarnos y aceptar, tanto lo que nos hace felices, como lo que nos disgusta... porque, al fin y al cabo ¿no es eso vivir?

A jugar, sonreír, divertirse con la vida.


- Pregunta típica en las primeras sesiones con los papás y mamás que vienen preocupados por el rendimiento de sus hijos: "¿cuánto tiempo juegas o simplemente hablas al día con tu hijo/a?"

- Respuesta más frecuente: "emmmmm... pues ahora que lo dices... cuando era más pequeño más pero ahora, con las tareas, el cole y todo lo demás casi nunca"

Los niños y niñas NECESITAN el juego, la diversión y la risa... aunque sea un poquito cada día... y NECESITAN hacer esas cosas con sus adultos de referencia porque si no la relación con ellos pasa a basarse única y exclusivamente en las obligaciones...

Y los adultos también lo necesitamos... NECESITAMOS recordar (y enseñarles) que en el equilibrio está el secreto, como en todo en la vida:

obligaciones --- placer



1 comentario:

  1. Cuanta razón con la zona de confort... y en el valor de los detalles... y en el equilibrio entre el placer y las obligaciones! Me lo imprimo para recordarlo los días de máxima rutina! A mi D y mi A les va a venir bien!
    Bss Ele

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