Leí hace
unos días acerca de una curiosa investigación llevada cabo hace
unos años. Un estudio en el que se evaluaba la capacidad de los
niños para tolerar la frustración. El estudio consistía, entre
otras cosas, en pedirles que se pusieran un chocolate en la boca pero
advertirles de que no debían morderlo. O hacerles elegir un juguete,
entre una gran variedad de ellos, pero ordenarles que no lo tocaran
para jugar con él. Se comprobó la hipótesis de que con los niños
con alta resistencia a la frustración eran mentalmente más
equilibrados, y que esto no acontecía tan sólo en su niñez, sino a
lo largo de su vida. Estos niños también eran más agradables en
compañía de otros niños y más abiertos a nuevas experiencias.
Cuando supe
de este estudio me planteé, tal y como tú acabas de hacer
seguramente, ¿qué habría hecho yo de niña en esa situación?....y
piénsalo… ¿no crees que tiene algo que ver con cómo hoy por hoy
llevas como adult@ tus frustraciones?
Fundamentalmente
tolerar la frustración nos permite disfrutar más de la vida,
simplemente porque no nos permite invertir nuestro tiempo en
amargarnos por las cosas que no funcionan.
Es una
habilidad que, aunque se puede aprender en la edad adulta, se
adquiere principalmente en la infancia.
Permitidme
que os hable de otro estudio muy curioso también que garantiza que
las personas nos topamos DIARIAMENTE con aproximadamente 23
frustraciones: las colas, las prisas, los jefes, los compañeros, la
familia, las parejas, nosotros mismos, etc.…Eso supone que a lo
largo de nuestra vida tendremos una media de unas 20000
adversidades!!!Dios mío cómo lo superaremos??...Tranquil@, la
buena noticia es que prácticamente, ninguna de todas estas
adversidades, es realmente importante, somos nosotros los que le
damos relevancia a esa adversidades. ¿Sabes estas personas que se
quejan por todo? A los que todo le parece mal, y además sienten la
imperiosa necesidad de compartirlo con todo el resto de la humanidad.
¿Nacerían así? ¿Serían así de niños o niñas? ¿En qué
momento se habrán convertido en personas tan cascarrabias?
Seguramente, en el momento en el que empezaron a hacer de estas
pequeñas adversidades, problemas a los que atender y prestar su
tiempo cada día de su vida.
¿Qué
pasaría si simplemente admitiéramos que esas adversidades forman
parte de nuestra vida? que no nos podemos pelear con ellas porque
estén cada día, sino aprender a aceptarlas lo antes posible para
que no molesten tanto. Cuidado, no hablo de resignación, hablo de
pequeñas adversidades.
Y qué
pasaría si intentáramos darle la importancia real, simplemente
porque “realmente” casi ninguna de estas adversidades es
objetivamente relevante para que yo sea feliz.
Es más, qué
pasaría si cada día pusiéramos más atención a todo lo que está
bien, saludable o es bueno.
Puede que
esta fuera la mejor forma de vivenciar y de enseñar a tolerar la
frustración, no sólo para nosotros mismos sino para nuestros hijos.
Ellos aprenden fundamentalmente con el juego así que:
- Si hacemos que siempre gane para ahorrarnos rabietas, le esteramos enseñando que ganar es lo natural, ¿qué crees que pasará cuando pierda?
- Si pedimos a los otros niños que le den las cosas para que él no llore, estamos enseñando que llorar es la manera de conseguir las cosas.
- Si permitimos que se enfaden excesivamente y tengan reacciones agresivas por perder, seguramente acabe jugando sólo porque nadie le aguantará.
- Si sólo les reforzamos cuando ganan, no les recordamos todo lo que han hecho bien aunque pierdan.
Tolerar la
frustración es una de las cosas más valiosas que podemos enseñar a
nuestros hijos, sé el ejemplo.
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