En los espacios comunes, cuando escuchemos y hablemos con
nuestros hijos, debemos ser capaces de introducir el factor emocional. Debemos
enseñarles a identificar sus emociones para que así puedan encauzarlas
debidamente. Para ello debemos atender a lo que hace cada día (ir al colegio,
de excursión, etc.), pero fundamentalmente a cómo se ha sentido en las diversas
situaciones (triste, alegre, enfadado, rabioso, etc.).
Enseñarles a hablar acerca de sus sentimientos supone un
buen recurso para construir una personalidad sana.
No se trata de que los padres hagamos un interrogatorio
exhaustivo cada día, sino que seamos capaces de introducir estos elementos
cuando se produzcan situaciones que así lo aconsejan (por ejemplo: un día en el
que llega del cole llorando).
Un buen momento también para hablar de las emociones es
cuando nuestro hijo ha tenido algún berrinche o mala conducta en casa. En estos
casos es mejor dejar los “razonamientos” para más tarde cuando las cosas han
vuelto a la normalidad. Un buen momento puede ser por la noche justo antes de
acostarse. Entonces podemos analizar lo ocurrido y sacar las emociones de unos
y otros. Los padres pueden manifestar su tristeza y decepción por la conducta de
su hijo y éste explicará cómo se ha sentido antes y después de lo ocurrido.
Todo ello independientemente de la sanción que hayan determinado los padres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario